Del contenido a la acción: el desafío de involucrar al alumnado en el aprendizaje
Por Juan Carlos Meza Romero
En la vida del profesorado hay momentos en los que las cosas se vuelven difíciles: el alumnado parece poco motivado y, como docentes, nos toca pensar qué hacer, entre la incertidumbre y el desconcierto, para que aprendan aquello que deseamos enseñarles. La experta en formación docente, Melina Furman, en su libro Enseñar distinto (2021), nos invita a pensar sobre esta interrogante: ¿es posible motivar al alumnado para aprender cualquier cosa, más allá de sus intereses iniciales?
Al igual que esta autora, estoy plenamente convencido de que sí es posible; sin embargo, el punto de partida somos nosotros mismos: el profesorado. Antes de imaginar cómo debe ser el proceso de enseñanza para el alumnado, es conveniente que hagamos una tarea de introspección: ¿para mí, qué es lo apasionante de este tema o materia que voy a impartir?, ¿por qué me entusiasma?,¿o acaso esto realmente me entusiasma?
Con estas preguntas podemos redescubrir primero el valor del tema o la materia que pretendemos enseñar, para posteriormente planificar la forma de hacerlo visible para el alumnado. Quizá haya una materia que llevamos años impartiendo y que parece ya no convencernos plenamente de su razón de ser o de su rol en el currículo formal. En ese caso, si no logramos redescubrir la valía de lo que pretendemos enseñar, será muy complicado provocar interés en el alumnado.
Hay una manera muy eficiente de encontrar nuevos sentidos a lo que enseñamos: la actualización. Leer y consumir contenido nuevo y reciente sobre el tema en cuestión nos ayuda a reafirmar nuestras certezas y a ampliar críticamente la forma de concebirlo. La información disponible a través de los medios digitales es, sin duda, una excelente oportunidad para acceder a contenido y recursos novedosos. Por supuesto, no está de más volver a los apuntes del pasado, porque al final de cuentas, cada relectura nos permite encontrar elementos nuevos.
Una vez que reencontramos el interés en un tema o materia, es momento para el diseño y planificación de lo que Furman denomina “el camino hacia el aprendizaje”. La principal preocupación de la autora en esta etapa es evitar el “contenidismo”, ya que el alumnado del siglo XXI necesita algo más que la simple exposición de información. Reducir la clase a presentar el contenido, por más ordenado que esté, no basta: el estudiantado necesita hacer algo con él, y mientras más actividades realicen, mejor.
El camino del aprendizaje debe estar debidamente planificado de modo que permita involucrar al estudiantado. Pero, ¿cómo lograr ese involucramiento? Existen diversas formas, y cada disciplina o tema puede tener sus variantes; sin embargo, algunas ideas que pueden aplicarse de manera general son: representar el contenido con imágenes o esquemas; elaborar metáforas relacionadas con lo que se está revisando; explorar situaciones de la vida real que puedan conectarse con el tema; pedir a las y los estudiantes que expliquen o enseñen con sus propias palabras los contenidos; formular preguntas que desafíen a pensar; actuar o representar la información; y, por supuesto, ponerla en práctica en escenarios reales o simulados.
Este tipo de actividades debe permitir que el alumnado se sienta involucrado en el proceso, pero siempre contando con la guía y el acompañamiento del profesorado. La premisa de no caer en el “contenidismo” no implica que el docente deba renunciar a los momentos expositivos. La propuesta de Furman es lograr un balance adecuado que permita que el camino de aprendizaje del estudiantado se enriquezca con la exploración vivencial, la práctica, la reflexión sobre los aprendizajes, la evaluación y la retroalimentación, y que, cuando sea necesario, también incluya de manera estratégica un buen momento expositivo.
Los momentos expositivos suelen tener mala fama cuando se habla de educación innovadora; sin embargo, esta percepción surge, por lo general, cuando se abusa de este recurso. Como profesorado, es nuestra tarea preparar debidamente una exposición: organizar la información, diseñar adecuadamente los apoyos visuales, ya sean diapositivas, un cartel o un esquema que se presentará en un rotafolio o pizarrón. Si el momento expositivo se reduce a solamente hablar de manera improvisada y sin preparación, el proceso no logra su objetivo y pierde sentido para el alumnado.
Ahora bien, también existe una trampa en este planteamiento: diseñar un camino de aprendizaje donde el alumnado “haga algo” con el contenido no implica quedarnos en un sentido pragmático de “hacer por hacer” o de realizar actividades solo para entretener, sin un verdadero propósito pedagógico. Para Furman, más que una manipulación manual, el “hacer” es una implicación intelectual, hacer con la cabeza, de manera que el alumnado integre el hacer físico con el intelectual para construir aprendizajes profundos.
Retomando la pregunta inicial de este artículo, reafirmo mi postura de que sí es posible influir, como profesorado, de manera significativa en que el alumnado aprenda más allá de sus intereses iniciales. Las ideas expuestas por Furman dejan claro que el diseño del camino de aprendizaje es fundamental para lograrlo. Por supuesto, existen otras variables vinculadas con aspectos psicológicos, del entorno social y familiar, o con los procesos cognitivos, que pueden afectar ese camino. Sin embargo, es nuestra responsabilidad asegurarnos de que lo que nos corresponde directamente esté lo suficientemente bien diseñado para favorecer el aprendizaje del alumnado.
Desde esta lógico, el profesorado funcionaría como un puente. En una orilla se encuentra el alumnado, y en la otra, el aprendizaje. Nuestro papel es ser un puente firme y seguro que permita al estudiante cruzar de un lado a otro. Cuando el balance es el adecuado, ese puente no solo conecta, sino que enriquece la experiencia del estudiante, involucrándolo en cada paso del recorrido. Así, al llegar al otro extremo, encuentra un aprendizaje profundo y significativo que no solo le sirve para la escuela, sino que se convierte en un legado que puede transformar su vida misma.
*“Pedagogía en voz alta” es una columna de la Facultad de Pedagogía. Las opiniones son libres. El autor es profesor de la Facultad y director general de Orientación Educativa.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

