La libertad de expresión, ¿un derecho o un desorden social?
Por Contreras Contreras Andrea Jacqueline* y Sánchez Cortés Diego Juventino**
En una sociedad democrática, como la nuestra, se busca que todas las personas puedan tener la libertad de expresar sus ideas sin que existan represalias contra ello. En términos generales, el artículo sexto constitucional establece que mientras no se afecten los derechos de terceros o se provoque un delito, cada individuo tendrá la capacidad de hacer uso de su derecho de manifestarse.
El movimiento estudiantil del 68 es quizá el ejemplo más claro de lo que ocurre cuando el Estado intenta silenciar a su pueblo. El Gobierno mexicano no sólo reprimió a estudiantes de la UNAM y el IPN, sino también a profesores, intelectuales, amas de casa, obreros y profesionistas. La lucha que inició con una marcha pacifista, en silencio, terminó en una tragedia nacional. Para el Gobierno neoliberal de ese entonces, estas marchas eran un desorden social impulsado por “revoltosos” que buscaban generar inestabilidad en el país, pero, para los jóvenes, era la expresión de su inconformidad ante la represión y la falta de libertades. Aquel 2 de octubre, el Estado mostró que negar la libertad de expresión no es desorden y que silenciar termina siendo siempre más peligroso que escuchar.
Unas cuantas décadas después, mientras en México entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en el estado de Chiapas se exigía, a través de un movimiento armado, la reivindicación de la propiedad sobre las tierras arrebatadas a las comunidades indígenas, un mejor reparto de la riqueza, así como también la participación de las diversas etnias. La reacción evidente del Gobierno federal fue enviar cerca de 70 mil personas del Ejército Mexicano para detener la movilización. A pesar de haber obtenido un resultado favorable con el Gobierno federal, medios extraoficiales reportaron cerca de 200 muertos.
En 2006, las inconformidades sociales que se tenían en contra de quienes habían estado en el poder se manifestaron de forma histórica en la vida política de nuestro país. Civiles, obreros, estudiantes, y más, tomaron el zócalo de la capital para extender su inconformidad con lo que estaba sucediendo. Esto marcó la pauta del surgimiento de un movimiento nacional que buscaba la democracia y el respeto al voto del pueblo.
En el contexto actual, nos situamos en la reciente marcha de la Generación Z, la cual ha sido criticada por algunos sectores por ser una marcha impulsada por personas partidistas y sin una finalidad definida, por otra parte, otros sectores aseguran que se realiza debido a la gran inconformidad que se tiene con la administración actual. Si bien, algo que se puede afirmar es que, a comparación de las ya mencionadas manifestaciones, en esta no se reprimió a ningún grupo social.
Considerando los medios por cuales se condujeron las manifestaciones mencionadas con anterioridad, ¿en la actualidad es pertinente seguir una vía pacífica en donde se puedan aliviar los sentimientos, pensamientos y sensaciones de odio, tristeza, miedo, repulsión y disconformidad? ¿O se debe de seguir un camino armado que sea utilizado como último recurso para poder ser escuchado?
Contreras Contreras Andrea Jaqueline* y Sánchez Cortés Diego Juventino** son alumna y alumno del tercer semestre de la Facultad de Derecho y forman parte del “Semillero de Formación de Jóvenes en Investigación jurídica”, coordinado por el Doctor Amado Ceballos Valdovinos.
** Alumno invitado a colaborar en esta columna.
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