Por *Mtra. Ruth Holtz
En tiempos de crisis suelen abundar personas que quieren persuadirnos de cómo abordar nuestros problemas, que ofrecen soluciones que parecen fáciles, sorprendentes y qué sólo hay que seguir su retórica. Ésta es “el arte de hablar o escribir de forma elegante y con corrección con el fin de deleitar, conmover o persuadir”, con el fin de obtener dinero, poder y/o fama.
Los filósofos griegos como Sócrates, Platón y Aristóteles criticaron a los sofistas, que eran precisamente estos mercaderes de conocimiento. Estos eran expertos en la retórica. Su enfoque se centraba en enseñar a las personas cómo utilizar el lenguaje y la argumentación para defender sus puntos de vista y ganar debates. Enseñaban a sus estudiantes cómo persuadir a otros mediante el uso de técnicas retóricas efectivas, como la elocuencia, la argumentación persuasiva y la manipulación emocional. La persuasión es su mejor habilidad. Utilizaban argumentos convincentes que no se apoyaban en los hechos o en la verdad objetiva. Más bien sostenían una opinión “experta” adaptada a lo que consideraban que los demás necesitaban o querían oír, sentir o lograr. Hacían que sus alumnos se volvieran capaces de defender su posición, fuera cual fuera. Consideraban la falsa idea de que “cada quien su verdad” o que la verdad es relativa, y más bien se acomodaban a las costumbres y usos del momento, en relación a los intereses de sus alumnos. Adaptaban sus argumentos a su audiencia y a las circunstancias para que se identificaran con sus ideas y así ganar adeptos. Cómo mercadeaban sus consejos y trataban de convencer que sus opiniones eran útiles. Los sofistas eran maestros itinerantes que cobraban honorarios por sus enseñanzas. Para promocionar sus servicios y convencer a otros de la utilidad de sus opiniones, utilizaban estrategias de mercadeo y persuasión similares a las campañas de marketing que en la actualidad circulan por las redes.
Los “expertos” actuales, muchos de ellos, no todos, son sofistas, son vendedores de ideas, creencias sin base sólida científica, sin sostenerse en la verdad que si es verdad lo es para todos de manera evidente y no necesita ser defendida con argumentos, persuasión y hasta manipulación emocional.
Los sofistas de la época de Sócrates, Platón y Aristóteles, hacían discursos persuasivos, demostraciones en debates públicos, se adaptan a las necesidades de sus estudiantes. Les brindaban las herramientas retóricas y las ideas que les resultaban útiles para sus objetivos individuales.
¿Te suena como algo que pasa hoy? Abre tus redes sociales y encontrarás miles de master class gratuitas con gancho para que pagues una serie de ideas que no siempre son sólidas, son resultado de la experiencia y de la ciencia. Ciencia en el sentido de un estudio estricto, guiado por un método para asegurar que se encuentra la verdad, sin doblegar los descubrimientos a intereses personales y necesidades particulares de justificación de lo vivido.
La sola saturación, el exceso de ofertas, a veces de los mismos temas genera confusión. Para navegar en internet es necesario saber antes, tener una formación sólida para tener criterio para escoger lo que vale la pena. Claro que hay verdaderos expertos. Pero también los instrumentos digitales, la necesidad de resaltar y vender, simplifica las enseñanzas y las devalúa. Nunca sustituyen una formación con mayor tiempo y dedicación. No todo puedo atraparse en videos, imágenes y discursos retóricos que tratan de convencernos de ser sus clientes.
¿Por qué surgieron los sofistas? En respuesta a una época de cambios significativos en la sociedad y la filosofía griega. Vivieron cambios políticos hacia la democracia que complicaba conservar el poder. Al argumentar que lo importante es lo práctico, lo que sirve para obtener el poder u otros intereses, cuando al persuadir renunciaron a la verdad y sostenían sus opiniones como “verdades relativas” o cada quien su verdad, que como decía el filósofo jesuita Roberto Cruz: “Si cada quien su verdad, cada quien su mentira”. Se dio entonces la anarquía que se llevó a una ruptura de los valores tradicionales y una influencia muy acomodaticia en la forma en que se abordaron cuestiones éticas y morales.
Muchos “expertos” de las redes sociales son sofistas. No debes perderte en el mar de esas ofertas o de repente vas a perder el rumbo, ya no vas a saber qué vale la pena, qué no o simplemente vas a estar confundido con un montón de ideas, métodos, promesas de éxito y riqueza, de amor y salud, sin realmente poder hacer los cambios que de fondo debemos hacer para que realmente estemos en la capacidad de tener una base sólida para construir nuestra vida y nuestras relaciones.
Desarrollar un criterio para discernir la verdad en un mar de información, que ni siquiera es abarcable. Tomar como la verdad lo que te contesta la inteligencia artificial al alcance de todos en internet nos puede hundir en la confusión, en la vida sin sentido, en la pérdida de valores y en la demagogia. Fíjense qué interesante la definición de demagogia: “Empleo de halagos, falsas promesas que son populares pero difíciles de cumplir y otros procedimientos similares para convencer a los ciudadanos y convertirlo en instrumento de la propia ambición política”. ¿No son nuestros políticos demagogos, sofistas y representantes de ideas para manipularte a sus intereses disfrazándolos de intereses comunitarios cuando lo que quieren es poder, dinero y fama? Desde tiempos de Sócrates y Platón esto fue un hecho, Ellos defendieron la verdad, la búsqueda de ésta con un método que impidiera que metiéramos nuestros intereses personales o nuestra necesidad de justificarnos en las teorías científicas que aún tendrían que pasar un consenso científico y pruebas con los hechos porque a veces “Sólo vemos sombras de la verdad”- como diría Platón o ante lo misterioso de la vida no considerarnos sabios como dijo Sócrates: “Sólo sé que no sé nada”. Y no perder la brújula de los valores éticos universales como el valor de la vida, de la verdad, del bien, del amor, la justicia, el respeto a la persona humana sea como sea, así como de las virtudes como la honestidad, la integridad, la solidaridad, la empatía. Esos no son relativos o si no sería un caos de la excesiva tolerancia a todo lo que sea que cada quien quiera hacer, ser o actuar en relación con los demás, olvidando que somos interdependientes y nos afectamos unos a otros. Necesitamos ponernos de acuerdo que vamos a hacer para no lastimarnos y respetarnos.
Las ofertas sofistas de bienestar emocional abundan. He visto abrirse corazones en zoom que están desgajados por su sufrimiento recibir “una receta light” que compromete el bienestar de muchos crédulos de los vendedores. Tengan cuidado, escojan bien. Los años de experiencia, los estudios profesionales, la práctica clínica y los resultados son lo que tienen que ver. Eviten a los sofistas, demagogos. Busquen a los que buscamos la verdad, el amor y el bien, por encima de todo interés.
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