En un Mundo cada vez más digitalizado, es esencial que adaptemos nuestros métodos de participación cívica para reflejar la era en la que vivimos. Uno de los aspectos más críticos de la democracia es la participación activa de las y los ciudadanos; los jóvenes, en particular, representan una fuerza vital en ese proceso.
Así, el voto electrónico emerge como una herramienta crucial para aumentar la participación de las y los jóvenes en las elecciones. Es hora de considerar muy seriamente su implementación amplia y contundente en los diferentes procesos electorales del país.
Las y los ciudadanos, a menudo, enfrentan obstáculos logísticos para ejercer su derecho al voto. Distancia geográfica y falta de tiempo, los más comunes. Ello puede dificultar la asistencia a las urnas en persona y elevar, por ejemplo, el abstencionismo.
El voto electrónico ofrece una solución a esos desafíos al permitir que las y los ciudadanos emitan sus votos desde cualquier lugar con acceso a Internet, brindando flexibilidad y comodidad.
Además, el voto electrónico puede aumentar la transparencia y seguridad en el proceso electoral. Los sistemas modernos de votación electrónica pueden incorporar medidas de seguridad avanzadas, como la autenticación biométrica y el cifrado de datos, para garantizar la integridad de los votos. Eso reduce las preocupaciones sobre el fraude electoral y aumenta la confianza en el sistema.
Otro beneficio crucial del voto electrónico es su capacidad para involucrar a las y los jóvenes a través de la tecnología que ya utilizan en su vida diaria. Los jóvenes son nativos digitales y están más dispuestos a participar en procesos electorales que se adapten a su forma de vida.
La implementación del voto electrónico no solo facilita el proceso, sino que también puede aumentar el interés de las y los jóvenes en la política y el Gobierno. Ese sería el mejor argumento a su favor, descontando que estamos ya en otra era.