Por Mtra. Ruth Holtz*
La psicoterapia es ese camino que decides iniciar cuando quieres romper la codependencia con tu propio sufrimiento. Es sorprendente reconocer que podemos estar enamorados de él. Piénsalo seriamente, le dedicas mucho tiempo, hablas de él cada que tienes ocasión, y seguro que has abrumado a alguien que está cerca de ti hablándole continuamente de éste.
Hay personas que han vivido situaciones difíciles, dolorosas en su vida. Hay quienes han sido traicionadas, abandonadas o abusadas por quienes debían haberlas cuidado, amado y protegido. Irónicamente sigues buscando que esto cambie, que se arrepientan, que te pidan perdón, que reparen el daño, que lo paguen. Quien no suelta su dolor puede estar esperando que algo pase. Pregúntate cuando compartes lo que has sufrido ¿para qué lo haces?
Tratando de comprender podemos suponer varias respuestas, además de las ya mencionadas, por ejemplo, llamar la atención para recibir un trato consolador y apapachador. Tal vez es lo que te une con las personas que amas, soltar lo que te hicieron es como resignarte a no resolver “eso” en la relación y quizá eso te aleja, te hace sentir fuera de tu “hogar”. Si lo conservas, te aguantas, aún estás allí, “en contacto”, aunque doloroso.
Un día escuchando a una mujer expresándose con nostalgia de su “ex” cuando ya estaba “felizmente” casada, le preguntaba ¿qué necesidad tenía de volver a hablar de aquél que ya no estaba? Turbada dijo que tal vez era el modo en que lo mantenía presente porque todavía lo amaba. En otro caso una persona insistía en el tema de cómo en sus relaciones siempre la lastimaban y daba tantos detalles de lo mal que estaba que parecía querer eso más que sanar, pues tenía en puerta una nueva relación pero pensaba “va a ser lo mismo”, mejor no acepto acceder a esa relación, para qué si “todos son iguales, te engañan, me van a lastimar” y volvía a repetir los detalles de su decepción, lo mal que la trataban, la injusticia de que a ella le fuera mal… parecía que no estaba dispuesta a renunciar a esa versión de sí misma, ni aunque ahora se le presentaba una persona disponible a una relación seria. Y se daba la profecía autocumplida.
Nuestra actitud ante el dolor determina con mucho lo que nos pasa, lo que atraemos o lo que aquilatamos. Podemos vivir huyendo, podemos vivir evitando experiencias o inclusive podemos vivir pensando, sintiendo, hablando a otros y recordando nuestros malos momentos, dándoles vida y volviéndolos actuales en nuestro interior, como si fueran nuestros fieles compañeros que nos protegieran del sufrimiento. Después de todo, si ya estoy sufriendo ya no estoy disponible para otros sufrimientos, mejor me quedo con el mío, que lo conozco y, acaso también sea mi excusa para no arriesgarme a vivir, a tomar decisiones diferentes, a dar de nuevo la oportunidad en las relaciones. Y sobre todo, como una manera de culpar a aquellos de lo que me hicieron, que vean el daño que me infringieron, y reciban su merecido. Esto es válido sobre todo si son los padres.
La repetición de lo que nos dolió en los patrones inconscientes es un intento de cambiar las cosas. Tal vez volviendo sobre lo mismo esta vez tenga otro desenlace. Ya Freud lo explicó como una actitud masoquista o más adelante, cambió su teoría y lo explicó como una pulsión de muerte.
Procuremos renunciar a nuestras heridas, a vivir en torno de ellas y descubrir una versión de nosotros mismos que ya no haga referencia a esas situaciones dolorosas. Eso implica dejar ir, aceptar las pérdidas, a que no habrá reivindicación, a que ya no será el tema de conversación. Tendremos que llenar el vacío con experiencias concretas y no con el discurso de “mira cuánto sufro”.
La psicoterapia es el lugar para comprender, asimilar y renunciar a nuestro dolor, si tomas la decisión de dejar ese amor, apóyate en la psicoterapia.
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