Por Emilio J. López
Más de un centenar de artistas textiles de todo el mundo, una buena parte de mujeres iberoamericanas, exhiben en Miami su maestría en el uso de técnicas inspiradas en la abstracción y la geometría, el paisaje o los rituales indígenas.
La muestra To Weave the Sky, que se estrenó este lunes (4), reúne más de 140 piezas, muchas de ellas nunca antes expuestas al público, pertenecientes a la colección de Jorge M. Pérez, filántropo y mecenas de las artes que da su nombre al Pérez Art Museum of Miami, el primer gran museo estadounidense en llevar el nombre de un hispano.
Renacimiento del arte textil
“Los textiles eran antes marginados o relegados al género de artesanía o artes decorativas dentro de los cánones históricos occidentales”, pero eso ha cambiado y “actualmente reciben una mayor visibilidad dentro del arte contemporáneo a nivel mundial” con el uso de técnicas ampliadas e innovadoras, dijo a EFE Patricia Hanna, comisaria de la exposición.
Por ejemplo, el uso de materiales cotidianos como ropa reciclada, fibras y algodón, acolchados o incluso cerámica o pelo de animales sirve para poner de relieve la “estrecha conexión entre las obras textiles y la pintura abstracta”, explicó Hanna, y citó también la enorme diversidad que ofrece este medio en su permanente búsqueda de motivos y funciones del tejido.
La colección, que reúne obras de artistas textiles históricos y contemporáneos, llama la atención por la presencia de más de 60 creadores iberoamericanos, con piezas de la colombiana Olga de Amaral, el peruano Jorge Eielson, Carolina Caycedo (estadounidense de padres colombianos), la mexicana Daniela Libertad y la cubana Elizabeth Cerviño.
A la lista se suman maestras tan reconocidas como la estadounidense Sheila Hicks (1934), la polaca Magdalena Abakanowicz (1930-2017) y las españolas Teresa Lanceta (1951) y Aurelia Muñoz (1926-2011), esta última con una carrera ligada al renacimiento que experimentó el arte textil en la década de 1960.
También figuran “artistas notables que están dejando huella” en la producción de textiles como el sudafricano Ishaan Adams (1982), la peruana Alice Wagner (1974), la polaca Malgorzata Mirga-Tas (1978) y la española Irene Infantes (1989).
Profundo arraigo en Iberoamérica
La amplia presencia de artistas iberoamericanos no sorprende a la comisaria dado que este género “tiene una importancia cultural muy grande en muchas comunidades hispanas” que preservan “una extensa historia de tejido y otros métodos de producción textil”.
El profundo arraigo de los textiles en las tradiciones hispanas sirve para que los artistas “rindan homenaje a sus antepasados, además de implicar colaboración, algo muy atractivo para los artistas de culturas centradas en la comunidad”, apuntó.
Elogió especialmente la obra de la colombiana Amaral, “una de las artistas que revolucionaron el tapiz durante la década de 1960 y que lo impulsó como un arte de igual importancia que la pintura o la escultura”.
Y calificó de “impresionante” la pieza que se exhibe de Cerviño (Cuba, 1986), no solo por su escala monumental sino por las hermosas tonalidades de la fibra natural que utiliza, que “simbolizan el viaje de su vida”.
Esta íntima conexión del artista hispano con el pasado vivo de la comunidad se cristaliza en el trabajo de María A. Guzmán Capron (1982), nacida en Italia de padre colombiano y madre peruana, quien reconoce que su familia y los lugares en los que ha vivido son sus principales influencias.
“Trato de conectarme con la cultura de mis padres. Desde muy joven me fijaba en los textiles de mi casa como ropa de cama acolchada, cortinas tejidas y almohadas bordadas”, dijo a EFE Guzmán, que siendo adolescente se estableció con su familia en Texas.
El lenguaje de la memoria
Recuerda particularmente la fascinación que sentía desde niña por los mosaicos y apliques de arpilleras del Perú que colgaban de las paredes de su casa y los “pequeños objetos tridimensionales” que resaltaban.
Es ese “lenguaje compuesto por nuestras memorias y experiencias táctiles” que define el trabajo textil lo que atrae a Guzmán, un mundo de interconexiones culturales ligado a su “amor por las telas, los textiles y el color”.
El deseo, en breve, de “crear obras que reflejen un yo que está en constante cambio y transformación” y de unir “el tira y afloja del orgullo por mis raíces” y el deseo de arraigo “sin dejar de imaginar algo nuevo”.
La exposición, abierta al público hasta agosto de 2024 en la sala El Espacio 23, ubicada en un antiguo almacén del vecindario de Allapattah, se divide en 5 secciones, comenzando por Estructuras cromáticas, con obras dominadas por la geometría y el color, y Gestos paisajísticos, que explora los rituales y ciclos.
La tercera es Constelaciones espirituales, donde se vinculan los números o geometrías con la astronomía y los sistemas de creencias indígenas.
La cuarta y quinta secciones, Political Fabric (Tejido Político) y Threadbare (Raído), presentan respectivamente obras que abordan los disturbios civiles y los conflictos migratorios, y piezas que investigan el desnudo para “hablar de la desnudez emocional o la vulnerabilidad psicológica”.
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