Algo más que una biblioteca
Por César Barrera Vázquez
Luego de más de 2 décadas sin entrar a la Biblioteca de Ciencias Sociales “Francisco Velasco Curiel”, el martes pasado regresé de nueva cuenta a visitar ese espacio que, durante mi formación en el Bachillerato 3, fue uno de mis lugares favoritos dentro de la Universidad de Colima en la juventud.
Llegué con mis estudiantes de segundo semestre del Colegio Gandhi (Renata, Pamela, Daniela y Eugenio), quienes obtuvieron el primer lugar en el concurso de podcast “Amor en palabras”, organizado por la Dirección General de Tecnologías Informacionales y la Facultad de Letras y Comunicación (Falcom) de la Universidad de Colima.
En cuanto entré me arrobó la nostalgia y sentí como si me rencontrara con un viejo amigo de la adolescencia, y como suele pasar en esos encuentros fortuitos y alegres, siempre repara uno en los cambios, en las transmutaciones que el tiempo nos va dejando, como secuelas de este irremediable paso por la vida: cambian los lugares como también uno cambia, y por eso mismo se vuelven más nuestros, porque siguen siendo los mismos a pesar de esos avatares.
De entrada, la fisonomía era diferente: si bien la estructura seguía siendo la misma, reparé que se habían destruido algunas paredes. El cambio, ciertamente, era positivo, porque en su lugar colocaron unos ventanales enormes que dejaban entrar la luz y ofrecían, a su vez, un bello paisaje con las áreas verdes de los Bachilleratos 1, 2 y 3.
Además de ese elemento visual, el piso seguía siendo el mismo; ese por el que caminaba hasta llegar a las computadoras, en cuyas bases de datos se podía buscar la bibliografía existente y sus autores: Fuentes, Carlos y todos los títulos de las obras que tenían en existencia. Ahí leí por primera vez Cien años de Soledad, El señor presidente, Todos los gatos son pardos, La pimpinela escarlata, El beso de la mujer araña, La metamorfosis, Las horas, La historia de un deicidio, Introducción al psicoanálisis, por mencionar los libros que recuerdo con mayor claridad.
Va una confesión, al respecto de estas reflexiones universitarias: la verdad es que a mí me salvó la vida la lectura, porque en la secundaria era un caso perdido y no apostaban un adarme, quienes me conocían, por mí como estudiante en el bachillerato. Sin embargo, comencé a leer algunos libros que tenía en la casa y posteriormente en esta biblioteca “Francisco Velasco Curiel” afiancé mis hábitos lectores con todo un abanico de posibilidades librescas: era como un mar de mundos.
Recuerdo, por ese motivo, esas lecturas trasnochadas en mi habitación, fumando un cigarrillo y devorando con febril ansiedad cada línea de esas novelas, cuentos, ensayos y poemas que, indefectiblemente, sacaba cada 3 días de la biblioteca.
Hago esta reflexión porque, el día de la premiación, hubiera querido compartir esa experiencia y decirles a todas y todos los que estaban ahí -con total honestidad- que a mí me salvó la vida la lectura porque me sensibilizó, me despertó algo de mi interior para apreciar eso que nos hace sentir vivos y querer seguir viviendo. Podrá sonar exagerado, cursi, pero es verdad, y no podría describirlo de manera más clara como un acto de altruismo, de munificencia, lo que me ha dado la lectura y por lo cual rememoro, con un grato y dulce recuerdo, esta biblioteca.
Al final, la maestra Martha Alicia Magaña Echeverría, coordinadora general de Docencia y Juan José Contreras Castillo, coordinador general de Tecnologías de la Información, dirigieron un mensaje a los estudiantes para que se acercaran a los libros, pues ya habían hecho el primer paso con esta elaboración del podcast. Espero que esas palabras hayan llegado a estos jóvenes y pueden ver, con los ojos del corazón, este hermoso espacio como algo más que una biblioteca.
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