Fin de ciclo y lo que viene
Por Blanca F. Góngora
El final llega porque llega y este ciclo escolar también ya está en el suyo. Los actos de clausura por doquier, los globos, los cambios de escuela (de alumnos y muchos maestros también), las tristes o gustosas despedidas están aquí para recordarnos que si de todas formas va a pasar el tiempo qué mejor que aprovecharlo y aceptar el reto de luchar por lo que nos propusimos: un buen examen, una buena clase, un buen momento, un escalón más.
Los maestros siguen un poquito más porque todavía tienen un taller de formación continua de fin de ciclo para dar continuidad a todo lo que han trabajado, estudiado, reflexionado y propuesto en los consejos técnicos escolares de todo el año para la apropiación del plan de estudio 2022 y los cambios que la Nueva Escuela Mexicana implica en la práctica docente.
Este ciclo escolar que termina ha sido el antecedente forzado para que en el siguiente ciclo 2023-2024 entre en vigor el nuevo Modelo Curricular, “el de AMLO”, que se pondrá en marcha justo en el último ciclo escolar de su sexenio, igual que el anterior que se “implementó” a la salida del anterior presidente con toda prisa sin dar tiempo para nada más. Y así, entre caprichos y ocurrencias de cada sexenio a los maestros se les manda a capacitaciones y las de este año fueron insufribles y confusas. Por eso tantos “edutubers” incrementaron sus seguidores y visitas en sus canales de Youtube ya que los docentes en su afán de entender mejor recurrían a ellos además de hacer sus propias lecturas e investigaciones sobre aquello que a contrarreloj y hasta como capricho les exigían entender.
Estamos terminando el ciclo escolar de transición curricular para dar paso, en el que inicia en agosto, a la implementación de un nuevo plan de estudios que remarca entre sus novedades “la autonomía profesional y curricular” que permite a los docentes dentro de sus consejos técnicos de cada escuela proponer y seleccionar contenidos de acuerdo al contexto y necesidades de su comunidad escolar, todo esto sustentado en un nada sencillo proceso. Se habla pues de un currículo flexible, “suena” o se lee bonito, pero en la práctica implicará todavía muchos descalabros porque no se puede ejercer la autonomía mientras no haya recursos con qué. Es como cuando los hijos que llegan a la mayoría de edad quieren ser “autónomos” pero luego se dan cuenta que la autonomía cuesta.
No solo es cuestión de entrelazar contenidos ni de trabajar colaborativamente con los colegas de otros grados o asignaturas, ni tampoco de crear nuevos formatos de planeación de clases ni de saturar a los maestros con cursos y talleres, pues la teoría ya les quedó un poco más clara, las ganas de innovar las tienen y la capacidad para generar proyectos individuales y colectivos para sus escuelas también, lo malo es que para cambiar de receta se requieren nuevos ingredientes (mejor infraestructura en las escuelas, materiales didácticos en las mismas, libros, bibliotecas, internet, condiciones dignas en los salones, etcétera) y sin ellos nos pasará como cuando vemos videos de comidas nuevas y abrimos el refrigerador y nos encontramos que aunque queramos y sepamos cómo, si no hay con qué, mejor cerramos y seguimos con nuestro mismo taquito de siempre.
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