Rostros
Por Jorge Vega
Todos los días, al ir al trabajo, los miro. Rostros y más rostros sembrados en los camellones, colgados de las paredes, ventanas, bardas, pegados en espectaculares inmensos, tirados en la calle, tasajeados por el viento o por algún inconforme.
Son rostros que sonríen a la cámara, que levantan el puño no en señal de poder, de rebeldía, de éxito o de unión, sino de ofensa, como quien está mentando madres. Rostros que no entendieron la idea de los publicistas, rostros que para hacer su campaña contrataron al que le sabe algo a la fotografía o al que le entiende un poco a eso de la escritura y el diseño.
Rostros que son reflejo de esta actualidad improvisada, de gente que no busca servir a su comunidad, sino tener poder, cobrar un salario alto y pagar sus deudas.
Rostros intercambiables, con frases que nada significan: “Mi meta es llegar a la meta”, “Vota por honestidad”, “El futuro de la 4T es verde”, “De frente por Colima”, “Vota naranja”, “Vota así”, “Por más programas sociales” …
Los miro, apenas sostenidos en pie con 3 o 4 piedras, decolorándose en las avenidas, en las glorietas. ¿Esos rostros van a combatir el crimen? ¿Darán agua al sediento, comida al hambriento y trabajo a los hombres y mujeres de buena voluntad?
¿Podrán ir más allá de sus pequeñas promesas? ¿Se acordarán, una vez en el poder, de quien votó por ellos, por ellas, o darán de saltos al gobierno, a encargos especiales, a nuevas posiciones, para comprarse una nueva casa en Altozano?
Antes, este absurdo sexenal o de cada 3 años me emocionaba, me producía incluso indignación. Hoy sólo me pone triste.