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COLUMNA: Tejabán

Por Redacción May27,2024 #Opinión

Ricardo Rocha, I (1937-200)

Por Carlos Ramírez Vuelvas

Ricardo Rocha es uno de los artistas mexicanos más destacados de la llamada Generación de los Grupos, que surgió en México entre las décadas de 1950 y 1970. Originario de la Ciudad de México, sus primeros estudios de arte los realizó en el Instituto Dante Aligheri de la capital de nuestro país.

A los 26 años fue restaurador del Banco de México, y posteriormente del Instituto Nacional de Antropología e Historia, donde se dedicó a la conservación de pintura mural de edificios coloniales como el Convento de Tepoztzotlán, hoy Museo del Virreinato, y el Convento de Santo Domingo, en Oaxaca.

Durante los 60’, Rocha definió su vocación como artista plástico y visual, al participar en las exposiciones de la Generación de la Ruptura, de 1968 y 1970, en el Salón Independiente del Museo Universitario de Ciencias y Artes, respectivamente, con artistas que más tarde se agruparon en la Galería Pecanins a la que Rocha quedó suscrito durante toda su vida.

La Galería fue inaugurada en 1964 por las hermanas Montserrat, María Teresa y Ana María Pecanins, y durante 45 años fue uno de los laboratorios de arte más importantes del país, donde expusieron por primera vez artistas como Manuel Felguérez, Vicente Rojo, José Luis Cuevas, Pedro Friedeberg, Alberto Gironella y Gilberto Aceves Navarro.

La Generación de los Grupos proyectó expresiones artísticas distantes de la estética de la Revolución Mexicana, que en la segunda mitad del siglo XX agotó su enorme y poderoso caudal iconográfico, demasiado presente en las celebraciones institucionales y muy distante de los jóvenes creadores.

Rocha presentó su primera exposición individual en 1968 en la Galería Sagitario, otro sitio predilecto de artistas como José Luis Cuevas, Brian Nissen, Felipe Ehrenberg y Leonel Góngora. El crítico Luis Carlos Emerich interpretó con prematura claridad la sensibilidad pictórica de Ricardo Rocha. En 1971, luego de observar sus primeras piezas, destacó el “lenguaje aprendido en la naturaleza” por su capacidad de interiorizar las circunstancias de la realidad, habilidad fundamental presente en su obra, que le permitió expresar lo mismo el contexto urbano o rural de México.

Bajo esta premisa, Emerich describió las técnicas de Rocha: frente a la diversidad de procedimientos artísticos de las vanguardias que pululaban en los Sesenta (el pastiche, el collage, la fragmentación o la fotocopia), Rocha ensayó la especulación compositiva en imágenes.

El artista no se limitó a cuestionar la realidad con discursos políticos, sociales o filosóficos, prefirió una suma de técnicas para desarrollar una composición especulativa que libremente incorporó capas estéticas de la realidad que se sobreponen, comunican o rechazan, en el marco de la pieza o un proyecto artístico.

Raquel Tibol lo resume de la siguiente manera: “No le preocupa transcribir la realidad percibida, sino tomar ciertos elementos para exaltarlos de manera esencialmente pictórica, con apoyo en mecanismos oníricos.” Este “procedimiento rochiano” alcanzó su mejor expresión en las piezas que posteriormente serán reconocidas como “paisajes textuales”, que comenzó a exhibir en la exposición «La palabra como módulo» (1971) en el Palacio de Bellas Artes. Ahí, Rocha provocó un diálogo estético entre palabras y objetos, o mejor dicho, entre caligrafías e imágenes, que alcanzaron una destacada recepción crítica durante los Setenta y Ochenta.

En esa época, Ricardo Rocha se incorporó a la Escuela Nacional de Artes Plástica (ENAP), Antigua Academia de San Carlos, primero como estudiante y luego como un profesor de la División de Posgrado. En la ENAP, coordinó el Taller de Experimentación Visual y Pintura Mural (en el que también participaron Manuel Felguérez, Francisco Icaza, Benito Messeguer, José Luis Cuevas, Lilia Carrillo y José Muñoz Medina), pero su presentación como figura protagónica en la historia del arte mexicano fue al participar como “vidente” —esa versión moderna, desacralizada del chamán— del Grupo Suma, al que se suscribió de 1976 a 1981, y en el que también participaron Guadalupe Sobarzo, Gabriel Macotela, René Freire, Mario Rangel Faz, Oliveira Hinojosa y Santiago Rebolledo, el artista colombiano quien habría bautizado al grupo, según la versión de Santiago Espinosa de los Monteros.

Continuará…

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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