El Gobierno ecuatoriano, encabezado por Guillermo Lasso, mantiene al 20 de agosto como la fecha para la celebración de las elecciones presidenciales, a pesar del asesinato de Fernando Villavicencio, aspirante al máximo cargo por el Movimiento Construye.
Sin embargo, la campaña debe entrar en una etapa de máxima seguridad, reforzando los operativos de la Policía y del Ejército en los actos proselitistas de las y los aspirantes. Entre las medidas ya implementadas destaca la imposición del estado de excepción, durante 60 días, bajo el cual las fuerzas armadas se movilizarán en todo el territorio nacional para garantizar la seguridad de los ciudadanos.
Bajo el lema “Es tiempo de valientes”, Fernando Villavicencio, al que la mayoría de las encuestas situaban en cuarta o quinta posición entre los 8 aspirantes, se presentaba a las elecciones con un duro discurso contra la corrupción, la impunidad y la casi libertad de acción que los grupos y carteles criminales gozan en su país y en la región.
Justamente, Villavicencio había denunciado que estaba amenazado de muerte por el Cártel de Sinaloa por su discurso y porque estaba decidido, en caso de ganar, a construir una cárcel de máxima seguridad a la cual serían trasladados varios de los principales capos.
Y es que, en América Latina, las bandas y cárteles criminales están actuando desde hace décadas como verdaderas empresas transnacionales, impulsado el trasiego de drogas, armas y migrantes; estableciendo pactos y acuerdos, afinando estrategias de negocios o de lavado de dinero y, sobre todo, buscando corromper a gobiernos, a las policías y cuerpos de seguridad. Su éxito es casi innegable.
Por eso es necesario, ante un reto de esta magnitud, reiterar el añejo llamado a la cooperación continental, sin importar gobierno, partidos políticos o ideologías dominantes. Las policías del continente deben estar coordinadas en todos y cada uno de los aspectos que permiten perseguir y condenar a los criminales, lo cual pasa por desmantelar a los cárteles y bandas.
El desafío es enorme, porque es también enorme el poder que han acumulado los cárteles transnacionales. Es momento, tras el asesinato en Ecuador, para que nazca, desde cualquier parte de América Latina, una iniciativa en ese sentido. La estabilidad está en juego.