Sáb. Sep 7th, 2024

COLUMNA: Ojo de Mar

Por Redacción Jun22,2023

Por Adalberto Carvajal

Derecha mediática

En la mañanera del 21 de junio de 2023, el presidente López Obrador resumió su postura frente a los medios de comunicación en términos que explican las acciones de su gobierno contra el llamado “cuarto poder”.

Son acciones y, más que nada, un discurso político que desde la narrativa de una prensa libre, independiente y neutral supondrían continuos atentados contra la libertad de expresión. Esa narrativa, por cierto, mitifica el papel de la prensa en México bajo el modelo de la industria periodística en Estados Unidos.

En el país vecino se considera a los medios de comunicación un factor determinante para la democracia, con una característica de imparcialidad que no asume la tradición europea donde periódicos de partido, de sindicatos y hasta de organizaciones religiosas como la Iglesia Católica han formado parte de la gran prensa junto con los medios comerciales.

En realidad, el papel libertario y democratizador de los medios en Estados Unidos es ilusorio. Desde la academia y la intelectualidad estadounidenses, Noam Chomsky y Edward S. Herman describieron en su libro de 1988 Los guardianes de la libertad, el modelo de propaganda que la mayor parte de los medios de comunicación de masas aplican al transmitir las opiniones de las élites económicas o de los gobiernos y, con ello, fabricar el consentimiento colectivo.

Ese sentido común es lo que para el periodista Walter Lippmann construye la opinión pública. No por nada, el título original de la obra de Chomsky y Herman (Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media) se puede traducir como “Fabricar el consentimiento: la economía política de los medios masivos”, con un enfoque que no puede obviar quiénes tienen la propiedad de los medios.

La lógica del capitalismo terminó por imponerse también en el modelo de comunicación social europea. En las últimas décadas, la concentración de la industria de la información y el entretenimiento en manos de magnates como Rupert Murdoch o el recién finado Silvio Berlusconi puso en jaque no sólo la diversidad y pluralidad de los medios privados y sociales, sino hasta la proverbial neutralidad e imparcialidad de los medios públicos.

Los 5 filtros

La crítica que hace Chomsky al modelo de propaganda se basa en su convicción de que los medios están sometidos a 5 “filtros”:

1) Están en manos de grandes corporaciones, pertenecen de hecho a las élites económicas.

2) Dependen de la publicidad (o las aportaciones no declaradas) de las élites económicas para su subsistencia.

3) Deben producir un flujo permanente de nuevas noticias y los principales proveedores de estas son los departamentos de prensa de los gobiernos o de las grandes corporaciones.

4) Los grupos de influencia pueden organizar respuestas sistemáticas ante cualquier desviación sobre las opiniones que sustentan. Y,

5) Son anticomunistas y las opiniones de izquierda son consideradas “antipatrióticas”.

A la mexicana

Es una descripción del aparato de medios masivos que nos resulta cada vez más familiar en México:

1) En el negocio de la información, también aquí confluyen capitales forjados en otras industrias. Algunas fortunas se hicieron en otro sector, pero aprovechando el poder e influencia que les confiere a ciertos empresarios la propiedad de medios de comunicación.

2) El fin del chayote y la reducción del presupuesto para publicidad oficial obligó a los medios privados a depender cada vez más de sus anunciantes. Es decir, cada vez más de los recursos aportados (aunque no siempre cuantificados como publicidad, pues muchas son donaciones ocultas) por los intereses económicos que están detrás de esos medios. Y cada vez menos de sus suscriptores o de la publicidad gubernamental.

3) Ya no son necesariamente los departamentos de prensa de los gobiernos (al menos no los de Morena) los principales proveedores de noticias. Lo son en cambio esos gabinetes de comunicación (agencias de publicidad, think tanks o laboratorios de ideas, granjas de bots) al servicio de las grandes corporaciones y sus aliados en la derecha mediática y partidista.

4) La respuesta sistemática que organizan los grupos de influencia ante cualquier desviación sobre las opiniones que sustentan, la vemos ahora en el trabajo que esos creativos realizan al fabricar noticias falsas y ponerlas a circular en las redes sociales, para que enseguida sean retomadas por los medios tradicionales con el pretexto de que están marcando tendencia. Y,

5) Hasta la vocación anticomunista copiaron los medios corporativos mexicanos del modelo estadounidense. En los espacios tradicionales (prensa, radio y televisión) se manifiestan como una mera reivindicación del neoliberalismo y con fuertes críticas a la política social. Pero en el ecosistema digital el conservadurismo se da vuelo con teorías conspirativas respecto a la identificación de López Obrador con otros gobiernos de izquierda en América Latina y su presunta adscripción al Foro de Sao Paulo, entre otros supuestos guiños al socialismo.

Medios de manipulación

En la mañanera, López Obrador describió a los medios de comunicación corporativos como medios de manipulación: sumamente eficaces si pensamos que fueron capaces de imponer como presidentes de México a Felipe Calderón y a Enrique Peña Nieto.

En 2006, Calderón se benefició de una campaña de propaganda negra contra López Obrador, el candidato de izquierda, a quien llamaron ‘un peligro para México’ para justificar el fraude electoral. “Calculo que ganamos con 5 millones de votos de ventaja”, dijo el hoy presidente.

Antes de los comicios, el aparato mediático operó a favor del desafuero. Y, sin embargo, la campaña informativa y de opinión no pegó, insistió Andrés Manuel. “No les alcanzó, tuvieron que robarse la elección”.

Supuestamente Calderón y López Obrador ganaron en 16 estados cada uno, pero lo que no cuentan es que donde ganó AMLO hay más electores. Al parecer, ironizó el presidente, por un extraño fervor calderonista en aquellas entidades donde triunfó el PAN los ciudadanos salieron a votar masivamente.

La victoria de Peña Nieto fue, por su parte, una hazaña de la telerrealidad. Los medios (no sólo Televisa) construyeron una ficción melodramática con el supuesto romance entre una estrella de las telenovelas y un gobernador mexiquense, cuya única cualidad era su apostura.

Aun así, la campaña del priista sigue siendo un referente mundial en cuanto al dispendio en publicidad y compra de votos. Tan sólo por haber excedido con creces los topes en los gastos de campaña, la elección de EPN tendría que haberse anulado.

Mediante campañas publicitarias se ha tratado de imponer una narrativa según la cual “el INE no se toca”. Pero cómo no se va a tocar “si yo lo padecí”, señaló López Obrador.

Y recordó que a Luis Carlos Ugalde (el presidente del entonces Instituto Federal Electoral que se negó a recontar voto por voto, casilla por casilla) lo colocó Elba Esther Gordillo, la misma cacique magisterial que llamó a los gobernadores priistas para que sacaran a sus huestes a votar por el candidato panista.

Y tras enfatizar que el sistema de cómputo electoral que se usó en 2006 fue diseñado por Hildebrando Zavala, el hermano de la esposa de Felipe Calderón, el mandatario ejemplificó la conducta parcial de los medios corporativos recordando cuando el empresario demandó a AMLO porque en un debate electoral lo señaló por tener negocios con el gobierno y, al final, Zavala Gómez del Campo retiró la demanda: casi ningún medio dio a conocer ese dato ni tampoco la noticia de que Zavala le vendió acciones de su compañía de software a Carlos Slim.

“Yo tengo otros datos”

¿Ataca la libertad de expresión o ejerce su propio derecho de réplica un presidente que, como López Obrador, denuncia estas formas de corporativismo mediático y evidencia cómo la gran prensa es en estos momentos parte del dream team de la oposición?

En ese equipo soñado juegan también los abogados y jueces que están buscando usar el lawfare para romper la continuidad de la 4T, los empresarios que insisten en someter el poder político al poder económico, los políticos que velan por intereses privados y se olvidan de las ideologías de sus partidos, los propagandistas mercenarios expertos en desinformación y los mapaches que intentarán la alquimia electoral en 2024, como quisieron hacer en el estado de México para revertir la tendencia ganadora de Morena.

Nunca había existido una libre expresión de las ideas sin cortapisas como la que hay ahora en México. Otra cosa es que el presidente conteste a sus críticos y exhibe los intereses que se esconden detrás de ciertos discursos y productos periodísticos. Incluso, como reflejo de esta subcultura de la posverdad López Obrador también recurre a formas contemporáneas de contrapropaganda, como es el intento de establecer una verdad alternativa (el ya famoso: “yo tengo otros datos”).

Como afirmamos en una entrega anterior de esta columna, aunque AMLO no haya podido frenar los asesinatos de periodistas como no ha logrado en lo que va del sexenio reducir sensiblemente la violencia generada por los grupos delincuenciales a los que dejaron e incluso ayudaron a crecer en otros sexenios, no hay objetivamente una relación entre los señalamientos que hace el presidente a medios y periodistas en las mañaneras con los atentados que han sufrido informadores y comunicadores.

La mala relación prensa-poder presidencial se traduce en actos de discurso y acciones de gobierno polémicas, pero que ni remotamente califican como censura. En una siguiente entrega de esta columna, desglosaremos algunos casos paradigmáticos.

Festejo espurio

Ya que este debate se originó tras el posicionamiento de 2 dirigentes gremiales de periodistas en Colima el 7 de junio pasado, cuando afirmaron que en México la libertad de expresión está amenazada no sólo por el crimen organizado “sino desde la tribuna de Palacio Nacional, donde se ataca y hostiga a reporteros, periodistas y medios de comunicación”, conviene revisar el origen de esta celebración.

Manuel Buendía, auténtico mártir de la libertad de expresión, calificaba el 7 de junio como un festejo espurio. ¿Cómo se puede celebrar un derecho que los editores de periódicos que fijaron la fecha en 1951 presentaban como una graciosa concesión del presidente Miguel Alemán?

Probablemente los dueños de los diarios de mayor circulación encabezados por el coronel José García Valseca, fundador de la cadena cuyo buque insignia llegaría a ser El Sol de México y su publicación más rentable el cotidiano deportivo Esto, eligieron el 7 de junio porque en Argentina se conmemora el Día del Periodista desde 1938, en memoria de Mariano Moreno que fundara La Gazeta de Buenos-Ayres en 1810.

Pese a los esfuerzos de Vicente Fox que en su gobierno ciudadanizó el Premio Nacional de Periodismo e incorporó al calendario cívico de México el 3 de mayo como el Día Mundial de la Libertad de Prensa, decretada por la ONU desde 1993, el priismo reivindicó el 7 de junio.

Y como Día de la Libertad de Expresión lo reconoció la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en 2019, cuando destacó que la libertad de expresión es un derecho esencial de cualquier régimen democrático, por lo que su ejercicio pleno y libre demanda generar las condiciones adecuadas para que periodistas y medios de comunicación puedan hacer uso de ella en condiciones de seguridad.

La libre expresión, según la CNDH, es un derecho humano básico, constitucional, fundamental e inherente y necesario a la naturaleza humana, consagrado en los artículos 6 y 7 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y, en el ámbito internacional, contemplado dentro del artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948.

En Colima, desde 2016 el 3 de mayo es el Día del Periodista y, el 19 de marzo, el Día del Comunicador. Aunque los periodistas suelen recibir felicitaciones por su día social el 7 de junio, en México oficialmente es el 4 de enero, aniversario luctuoso de Manuel Caballero, llamado “Padre del Periodismo” en este país por la manera que desafío a la dictadura porfirista.

En el mundo, el Día del Periodista es el 8 de septiembre desde 1938. Lo estableció el Primer Congreso Nacional de Periodistas celebrado en Córdoba, Argentina, en memoria del primer medio impreso regional de carácter independentista y patriótico, pero tras el fin de la Segunda Guerra Mundial el gremio optó por homenajear al periodista checo Julius Fucik, ejecutado por los nazis el 8 de septiembre de 1943 y cuyo ‘Reportaje al pie de la horca’ fue sacado hoja por hoja de la cárcel, para publicarse en 1945.

Dado que el mayor atentado a la libertad de expresión en México son las agresiones, asesinatos y desapariciones de periodistas, una fecha más propicia para conmemorar a los periodistas que han luchado contra los abusos del poder sería el 30 de mayo cuando, en 1984, fue abatido el autor de la columna “RedPrivada”, Manuel Buendía Tellezgirón.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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