Cyberbullying y emociones negativas durante la pandemia del Covid-19
Antonio Gómez Nashiki*
El confinamiento derivado de la pandemia del Covid-19 motivó un intenso uso del internet, así como de las distintas plataformas y redes sociales digitales: Facebook, WhatsApp, Twitter, Instagram, YouTube, Google, TikTok e Instagram, como la única posibilidad para establecer comunicación segura, desde el punto de vista sanitario. Si bien se logró atender las necesidades de comunicación, de manera paralela se incrementaron fenómenos negativos como los delitos en línea: fraudes, extorsiones, suplantación de identidad y el cyberbullying.
Es posible definir al cyberbullyig, también denominado “ciber acoso”, como un tipo de violencia, producto del ejercicio de poder que se desarrolla en una relación asimétrica que protagonizan, por una parte, la persona acosadora que, bajo una identidad anónima utiliza dispositivos tecnológicos por un lapso prolongado de tiempo para agredir e intimidar, y una persona víctima que difícilmente puede defenderse por sí misma del constante acecho.
En el contexto de la suspensión de actividades -como se recordará-, se reportó un incremento de casos de cyberbullying, así como el aumento de discursos de odio desde que las y los estudiantes iniciaron clases en línea, y que rápidamente mostró efectos negativos sobre las emociones.
El distanciamiento social, en el caso de las interacciones entre pares, no cambió las relaciones de maltrato y acoso que ya se registraban en los salones, más bien se intensificó, pero por otros medios, lo que corroboró que no es posible seguir estudiando la violencia escolar como algo autónomo o separado de los aspectos morales, éticos y desde luego emocionales, pues son dimensiones presentes en la interacción social cotidiana de la escuela.
Para comprender más este fenómeno, realizamos una investigación que inició en marzo de 2020 y finalizó en el mes de febrero de 2021, cuyo propósito principal fue analizar las emociones manifestadas por las personas acosadoras, víctimas, padres de familia y docentes involucrados en un conflicto de cyberbullying en el contexto del primer año de la pandemia de los niveles educativos de primaria, secundaria y preparatoria de diferentes estados de la República Mexicana como la Ciudad de México, Colima, Estado de México, Guanajuato e Hidalgo. Logramos entrevistar, a través de las plataformas Google Meet y Zoom, a 50 sujetos.
El análisis de las entrevistas nos permitió identificar algunas de las emociones de acuerdo con cada uno de los perfiles de los participantes. En el caso de las personas acosadoras, justificaron sus acciones de burla, intimidación, agresiones y amenazas de distinta índole, como una manifestación de los recursos de poder que poseían, argumentando que el acoso formaba parte de una serie de códigos, ritos y símbolos de una cultura escolar juvenil que en la interacción entre pares se reproduce de manera cotidiana, minimizando sus consecuencias, calificándolo como una broma que se resume en: “así nos llevamos”, expresando emociones de coraje, rencor, enojo, furia y antipatía, en contra de una persona víctima indefensa que fue elegida arbitrariamente y que pocas veces denunció. Las personas acosadoras fueron hombres y las personas víctimas en su mayoría, mujeres; sin embargo, las agresiones las realizaron tanto hombres como mujeres.
En cuanto a las personas víctimas, fueron objeto de espionaje, robo de identidad, acecho, sextorsión, sexovenganza y sometidas a un proceso de depredación que deterioró de manera progresiva su identidad y le generó emociones de tristeza, miedo, temor, culpa, angustia, depresión, terror, ansiedad, vergüenza y pánico.
En el contexto de la pandemia, los padres de familia con hijos o hijas víctimas del cyberbullying, identificaron de primera mano los patrones de acoso que padecían sus hijos e hijas quienes recibieron poco apoyo de la escuela para atender el problema, manifestando emociones tales como enojo, disgusto, coraje, furia, desagrado y rechazo.
Las y los docentes entrevistados, lo conceptualizaron como una expresión de la cultura juvenil muy arraigada que utilizaban la violencia como parte de un mecanismo de control en un espacio en donde está latente el conflicto entre pares, señalando al respecto emociones de humillación, tristeza, miedo, temor, culpa, angustia, depresión, terror, ansiedad, vergüenza y pánico.
Los testimonios mostraron que son escasos los recursos para ofrecer una orientación suficiente y preventiva para atender el cyberbullying oportunamente, los protocolos en contra de este tipo de violencia que existen no son conocidos entre los involucrados y es muy incipiente tanto su uso como la instrumentación. En el periodo de tiempo analizado, no se identificó alguna estrategia específica por parte de las autoridades educativas.
La investigación sólo consideró el primer año de la pandemia, pero queda por investigar más sobre el contexto familiar y el papel de los padres y de las madres ante este tipo de acoso, la realización de estudios longitudinales sobre personas víctimas y personas acosadoras a lo largo de su trayectoria escolar, así como estudios de seguimiento sobre los efectos que presentaron las víctimas de cyberbullying durante la pandemia y su paulatina reincorporación a las instituciones educativas, con el propósito de contar con más información, identificar sus repercusiones y desarrollar alternativas de solución acordes con el contexto de cada escuela.
El artículo de investigación se puede consultar en: Gómez-Nashiki, A. (2023). “Cyberbullying y emociones negativas durante la pandemia COVID-19”. Aula, 29, 223–244. https://doi.org/10.14201/aula202329223244
*Profesor de tiempo completo en la Facultad de Pedagogía y docente en la Maestría de Innovación Educativa de la Universidad de Colima
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